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La apoyas contra la pared. Tus fuertes brazos, resultado de horas practicando sexo en solitario (por suerte eres ambidiestro y no sufres de descompensación muscular en las extremidades como los fans de Star Trek) pueden con su cuerpo, pero apoyándola es más sencilla la penetración. Lentamente empieza a cabalgar sobre tu miembro, se agarra al pomo de la puerta para facilitar el movimiento, con tal mala suerte que, como resultado de una salvaje embestida, la puerta se abre de golpe cayendo por la inercia los dos en el pasillo totalmente desnudos, ella con sus globos aerostáticos y tú con la baliza de señalización apuntando a una monja de la segunda fila que cae desmayada al instante. 

Eres detenido por escándalo público. La religiosa tenía influencias en las más altas esferas. Pasas 40 años en prisión rumiando tu venganza contra la monja. Cuando por fin sales, lo primero que haces es salir en su busca. La encuentras un día, visitando las cataratas del Niágara. Te acercas siligosamente dispuesto a empujarla, pero de pronto cae un rayo que te convierte en cenizas. Has aprendido la lección de la peor manera, nadie se mete con una monja y vive para contarlo. ¡Asesino!


FIN