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- Necesitaréis echarme el humo de vuestros canutos si queréis que os crea - gritas con la esperanza de que se lo tomen al pie de la letra, pero no es así. Puedes percibir caras de tristeza en algunos de los jóvenes que van abandonando el tippi hasta que solo quedáis el albino y tú.

- No es seguro que estés aquí. dentro de una hora te trasladaremos a nuestra base y ya veremos qué hacemos contigo.

Cuando pasa el tiempo establecido, un par de fortachones te cogen en brazos y te tiran a la parte trasera de una vieja ranchera. Tras un corto viaje, te encierran en un almacén que parece abandonado. Te dejan allí atado de pies y manos. Cae la noche, el suave canto de los grillos facilita tu sueño hasta que una explosión en el exterior te saca del duermevela. Escuchas el ajetreo del gentío yendo de un lado para otro confundiéndose con el sonido de las explosiones y de los gritos de dolor. El bullicio se va intensificando, como si se estuviera acercando a donde estás. La puerta del almacén salta por los aires, la figura de un tipo con sombrero vaquero, botas de montar y una barba bien perfilada, se recorta en la puerta.

- Ranger de Klam, dense todos por detenidos - grita el vaquero. Antes de que puedas decir nada dos de tus captores saltan sobre el ranger, que no tarda en deshacerse de ellos de sendas patadas giratorias, pero algo anda mal, pues no puede dejar de lanzar patadas al aire y se acerca peligrosamente a ti. Lo último que ves antes de caer inconsciente, es el número que calza el ranger: "54".

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