- Jim levanta tu maldito culo de la silla y ven a mi despacho ahora mismo.
La voz de tu jefe te saca de un bonito sueño en el que ibas conduciendo un aero-spider por la interestatal marciana 49 acompañado de Miss Universo, una acciana con tres generosos pechos entre cuyas ventajas, aparte de las obvias, está la de dar masajes.
Maldices el turno de noche, y con la mente puesta todavía en tan útiles senos, te diriges a ver al teniente Rodgers, el viejo cascarrabias al que llevas aguantando cinco infernales años.
- No te sientes Jim, no quiero que me gastes el cuero de la silla - una sonrisa malévola surca su cara, le gusta hacerte ese tipo de ofensas. Jamás te perdonará el que te acostaras con su mujer, aunque tú pensaras que era su hija. ¿Qué culpa tienes de que sea un pervertido aficionado a las jovencitas?
Te dispones a aceptar con resignación la pequeña humillación, pero de pronto recuerdas aquella vez que la señorita Pomfrey te obligo a subir al encerado para leer una nota que ibas a pasar a Patsy Clemens declarándole tu amor. Rápidamente la imagen desaparece y recuerdas aquel partido de Blasterball en el que se te cayeron los pantalones ante más de 20.000 espectadores cuando ibas a golpear la bola, y entonces dices basta. Estas harto de que te humillen. ¿Será esta la gota que colma el vaso?
. Si agarras la silla y se la rompes en la cabeza al teniente, aparte de tener que moderar tu genio, remátalo en el post 2.
. Si lo dejas pasar y te abstraes rememorando un desfile de patitos cruzando la carretera camino del lago, relájate en el post 3.
La voz de tu jefe te saca de un bonito sueño en el que ibas conduciendo un aero-spider por la interestatal marciana 49 acompañado de Miss Universo, una acciana con tres generosos pechos entre cuyas ventajas, aparte de las obvias, está la de dar masajes.
Maldices el turno de noche, y con la mente puesta todavía en tan útiles senos, te diriges a ver al teniente Rodgers, el viejo cascarrabias al que llevas aguantando cinco infernales años.
- No te sientes Jim, no quiero que me gastes el cuero de la silla - una sonrisa malévola surca su cara, le gusta hacerte ese tipo de ofensas. Jamás te perdonará el que te acostaras con su mujer, aunque tú pensaras que era su hija. ¿Qué culpa tienes de que sea un pervertido aficionado a las jovencitas?
Te dispones a aceptar con resignación la pequeña humillación, pero de pronto recuerdas aquella vez que la señorita Pomfrey te obligo a subir al encerado para leer una nota que ibas a pasar a Patsy Clemens declarándole tu amor. Rápidamente la imagen desaparece y recuerdas aquel partido de Blasterball en el que se te cayeron los pantalones ante más de 20.000 espectadores cuando ibas a golpear la bola, y entonces dices basta. Estas harto de que te humillen. ¿Será esta la gota que colma el vaso?
. Si agarras la silla y se la rompes en la cabeza al teniente, aparte de tener que moderar tu genio, remátalo en el post 2.
. Si lo dejas pasar y te abstraes rememorando un desfile de patitos cruzando la carretera camino del lago, relájate en el post 3.