En un principio la amenaza os detiene, pero cuando comprobáis que os están apuntando con croissants, dejáis de tomarlos en serio. Mientras el oficial se desgañita intentando intimidaros, el robot termina de cargar las botellas.
El oficial ordena entonces el ataque, produciéndose una desbandada de los soldados vivelafranceses en dirección contraria a donde os encontráis. Decepcionado porque no va a haber acción, subes a la nave. Esta despega para poner rumbo a nuevos lugares que visitar y rapiñar. Al menos os pondréis ciegos en el camino.
Ese mismo día, los vivelafranceses esculpen una nueva frase en su arco del triunfo: "Los pigatas son unos caguetas".