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La embistes sin parar una y otra vez. Ella te pide más, más, aumentas el ritmo, estás a punto de explotar, ni siquiera sientes los golpes que te das con las paredes del minúsculo habitáculo. Las arremetidas son cada vez más fuertes, la chica se retuerce de placer, el servicio parece estar dando vueltas y más vueltas. Estás tan excitado que no percibes el choque de la lanzadera contra el suelo debido a las turbulencias creadas por vuestra juerga en el servicio. Al menos mueres como siempre quisiste, tirándote a una tía y con la certeza de que tienes una potencia sexual capaz de derribar un avión.


FIN