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A saber cómo habrá llegado a tus oídos la existencia de tan cacofónico santo, desgraciadamente Cucufato está pasando unos días en el spa de los Campos Elíseos (los auténticos, no el centro comercial que tienen los franceses). Para cuando le llega tu petición de ayuda, ya te has comido el pudding de bellotas que servían en el transbordador. Eres evacuado en una cápsula médica al hospital más cercano. Saldrás recuperado de la indigestión cuatro meses después, para conocer que has sido expulsado del cuerpo por acumulación de faltas de asistencia. Desesperado y sin estudios superiores, te harás fontanero y ganarás el suficiente dinero como para ser considerado atractivo por gran parte de las chicas. Vivirás una vida plena y feliz, hasta que el último día de trabajo antes de la jubilación, una tubería explotará ante tus narices y se te clavará en la frente. Harto de las burlas de los que te rodean, te retirarás a una cueva en una montaña perdida a meditar sobre la belleza.